domingo, junio 18, 2017

La canción del fuego. Por Amparo Romero Vàsquez. A Victoria Eugenia. Prólogo para su libro "Cuando la lluvia teje"

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La canción del fuego
Por Amparo Romero Vásquez

A Victoria Eugenia

Prólogo para su libro "Cuando la lluvia teje"

TEXTO LEÍDO POR AMPARO ROMERO VÁSQUEZ 
en la presentación del libro
en la Noche Poética * de la Fundación de Poetas Vallecaucanos 
Cali, Junio 15 de 2017
 NTC ... VIDEO: https://youtu.be/Ikla4hUDAOE



Toda mujer debe estar confabulada con la medida del universo, con el relato de los astros. Debe ser el magma, el nacimiento de la greda, la única voz capaz de nombrar  a los pájaros, el sitio a donde llega el río, su mar de peces.

 Al principio  la mujer creó la claridad, creó su penumbra, el exilio de la cueva, por encima de la alta hierba, por encima de los surcos, se abrió paso y crecieron las almendras y la luna, la tierra toda. Desde entonces cada mujer se pertenece a sí misma, cada mujer es su costado, su árbol, su respiración, el centro del verbo.

 
Victoria Eugenia: donde quieras que camines van contigo el día y la noche, el caer del agua y  su diluvio de hojas frescas. Te sostiene ese  cielo que martillas, el camino más extenso. No te basta la última mirada, el pozo más hondo -marea de lo cósmico- Estás ahí como el azul índigo, como el bermejo puro, anterior al aliento cruzas el puente como si la nada no rondara el olmo y tu ceniza. Regresas de ti a través de tu propio fuego, renuncias  al invierno, tu aliento solo, tu acoplamiento, tu casa de seda, como si la vida fuera el sitio  donde te perpetúas. Vas hacía lo bello, que no te falte el aire, que no te haga falta el viento para entrar a lo no nacido, a lo no creado.

Pérdida y encontrada, mineral, Babel,  mujer abeto,  no dividirás la oscuridad ni  al ángel, empieza a recordar que estalla el púrpura. Estancia, pequeñez de lluvia, equinoccio en la fría noche del mundo.

¡Qué sean las palabras   rotundas, irreductibles, precisas como una cosecha de árboles, qué  avancen entre el silencio de la hojarasca y se conviertan como ahora en parte de tu existencia, qué continúen siendo tu boca, y si tus labios  permanecen cerrados,  incluso cuando nada quede, qué sea la palabra la arista, el viaje donde comenzó la odisea, el gran soplo!

Pido todas las palabras para tu nacimiento diario,  para tu desvelo, para cuando te  atrape la ventisca, para  el amor  que como un grano de polen te habita, para la  infinitud del deseo.

De cada línea de tu libro "Cuando la lluvia teje", tengo húmedos los labios, tu mar acaricia los grises, tu mar de amor te contempla como una niña dormida, niña que tejes la tierra que se extiende a tus pies -respiro que te inventa y te absuelve,   te duplica para estar a salvo.

Tengo tu reloj de arena, a Tànatos inexorable sobre tu vestido de nansú. Con el fuego de la sílaba caminas  la algarabía de los besos, se desata tu alfabeto para decir amor en el confín más callado.  Renuncias al invierno,  cruzas en silencio el jardín en busca de la palabra que dará inicio al ritual, o simplemente resucitas en la página, abierto cada poro, sedienta de ti, murmullo de lo ávido,  de  todo  cuánto amas.

Sé que Escribes  para libertarte. Persiste entre los robles. Canta hasta que tus oídos se llenen de pájaros. Ama hasta  saciarte, se el milagro en la austeridad de la noche.

¡Qué cada palabra se haga nido en tus manos!


Amparo Romero Vàsquez
                                  Primer mes-2017, Cali
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